Columna de Dióscoro Rojas, Gran Guaripola Guachaca

Hace 21 años, estábamos preparando la primera cumbre y hoy, con el mismo asombro, esperamos la próxima. Por aquel entonces, parecíamos tan feos que tuvimos que rodearnos de niñas bonitas para que nos tomaran en cuenta y así nació la Reina Guachaca. Después teorizamos sobre por qué llevamos la impronta divina y así nació nuestra Teología Guachaca. En el año 2000, para el Jubileo, dimos el primer “Perdonazo a los Cuicos”. Luego, en respuesta a la confusión que se había generado en torno a quiénes éramos, elaboramos –como toda institución que se precie de tal– nuestras grandes demandas y publicamos la “Declaración Universal de la Fermentación”. También embotellamos el vino Gran Guaripola, el único envasado con embudo. Y pusimos nuestros versos por escrito cuando lanzamos nuestra primera revista, “El Guachaca”, hoy atesorada por coleccionistas de rarezas editoriales.

Estas acciones y otras tantas –con notables fracasos, por cierto– las asumimos con alegría, porque finalmente todo ha sido un juego, un bonito juego. Parece toda una vida, llena de desamores y pequeños triunfos, como el tango. Hoy nos vestimos de seda, pero antes de eso, el trabajo, la locura y la pasión nos permitió imaginar qué hay detrás del más allá y asomarnos donde terminan los horizontes. Hemos tratado de pensar con el corazón, a ver si se nos viene algo a la mente. Y el resultado ha sido siempre el mismo: lo único que tenemos claro es que no tenemos nada claro.

Tal como hemos creído desde el inicio: de muchas cabezas de pescado, siempre sale un buen caldillo. “Na’ de tácticas ni estrategias, pura gimnasia”, decía Leonel Sánchez, y tenía razón, por lo menos en el caso nuestro. En plena era de la globalización que fabrica hombres de baquelita, hemos puesto el cariño como centro de nuestras fiestas. En pleno auge cartesiano, hemos dicho que no tenemos objetivos generales ni específicos, quizás algunos simples propósitos. Cuando hemos pedido la palabra, ha sido para decir que queremos más chilenidad y menos “alta cultura”.

Al final, hemos vivido la vida así nomás, simplemente, sin más ambiciones que existir. Hemos hueveado harto, pero en serio. Y cada día sentimos más nostalgia por aquel tiempo, la nostalgia aquella del futuro.