Los Guachupé, que tocan este sábado en la Cumbre Guachaca, no vienen solos. Traen a su fiel barra de incondicionales. Uno de sus miembros más antiguos nos explica qué significa ser parte de este apasionado movimiento futbolero-musical.
(Fotos gentileza de La 22 Hinchada)
Guachupé, el plato de fondo de la 21ª Cumbre Guachaca, no es cualquier banda. Este grupo formado en 1999 por cuatro compipas del Liceo Lastarria tiene su propia hinchada: La 22. Y ojo, que no es lo mismo que fan club de calcetineras ni esos grupos de fieles seguidores que solían tener conjuntos como Sinergia y Los Chancho en Piedra. Estamos hablando de algo muy parecido a la barra de un club de fútbol: sus integrantes visten camiseta oficial, llevan bombos, despliegan lienzos gigantes, flamean banderas, corean cánticos, tiran papel picado… Últimamente han surgido otras, pero la de Guachupé es la primera en su tipo en Chile.
La camiseta oficial de Guachupé, marca Lotto, ya tiene varias ediciones coleccionables.
Conversamos con José Sovino, a quien no le gusta que le digan “líder de La 22”, pero en la práctica lo es. Al menos es uno de sus miembros más antiguos. Conoció al grupo de Tomás Maldonado allá por el año 2002, cuando aún era un cabrito imberbe de enseñanza media. Vivía en Talcahuano y se escapaba a Santiago cada vez que podía, atraído por algún concierto. Esa vez había ido a un festival con la mira puesta en Los Chancho. A los Guachupé los escuchó de rebote y le gustó harto la mezcla de ska y punk que cultivaban en ese entonces, cuando aún no grababan discos.
El compipa José Sovino.
Debieron pasar cinco años para que los volviera a ver en vivo, en una tocata en Parque Almagro. Después comenzó a ir a sus tocatas con más frecuencia. “Éramos muy pocos los seguidores. Andábamos siempre los mismos en los shows, pero no nos conocíamos. No existía todavía la hinchada”, recuerda Sovino.
Eso cambió en 2008, cuando Guachupé contrató un bus para viajar al festival Cosquín Rock, en Córdoba, en compañía de los fans que quisieran. La micro se llenó al tiro. El 10 de febrero, día en que el cuarteto tocó en esa edición del Cosquín, se festeja ahora como la solemne fecha del aniversario de La 22 Hinchada.
José no pudo ir por problemas de lucas. Pero, tiempo después, una vez que la banda iba a tocar en Concón, se le ocurrió contratar otro bus para hinchas. La iniciativa prosperó y desde entonces sigue sacando buses.
Se han ido organizando a través de todas las redes sociales, aunque el crecimiento no fue explosivo desde el comienzo. Por muchos años, fueron una barra más bien chica. José y un amigo se hacían cargo de toda la coordinación, lo cual implica contratar buses, divulgar convocatorias, reunir depósitos, hacer listas de pasajeros, contactar a los productores de los shows para que los dejen llegar antes a poner la parafernalia, etc. En resumen, una especie de agencia de turismo rockero sin fines de lucro, porque ellos no perciben ni un moco. Además, tienen que preocuparse de sus pegas reales. José, por ejemplo, es publicista, aunque actualmente trabaja como digitador en una bodega.
Ahora último al fin ha podido delegar parte de esas responsabilidades a los miembros de una nueva directiva compuesta por 15 personas. Es que esta cuestión ya creció mucho: acumulan más de 10 mil seguidores en Facebook y más de cien buses repletos de hinchas (once solo para la última versión del Festival del Huaso). Suena agotador, pero Sovino hace todo eso “cagado de la risa”.
Todo el power de la hinchada.
—¿Ser miembro de la hinchada exige exclusividad o puedes seguir a varios grupos?
—Cada uno hace lo que quiere. Hay gente que tiene camisetas de todas las bandas.
—¿No hay bandas enemigas?
—No. Desde algunos lados siempre nos han tirado palos, pero optamos por no responder. Por lo menos yo siempre apelo a que esto tiene que ser pro Guachupé y no anti otras bandas ni otras hinchadas.
—¿Cómo son esos famosos viajes en bus?
—Arriba pasan cosas interesantes. He visto de todo: romances, peleas, encerradas en el baño… Vamos todos cantando, tomando, carreteando… Son bien divertidos los buses.
—¿Cómo es la relación que tienen con los integrantes de Guachupé? ¿Es cercana?
—Sí. Hay gente que los idolatra, pero para la mayoría de la hinchada, ellos son amigos. Llevamos tantos años viéndonos, hemos carreteado juntos, conocen mi casa, conozco la casa de algunos… Antes yo vivía cerca del Caupolicán y llegaba el Tomás, el vocalista, con el iluminador, se tomaban unos tragos y después se iban a tocar. Pero ahora último los cabros se han alejado de las masas por razones obvias. Ocho años atrás la cantidad de gente que los seguía era mínima comparado con lo que hay ahora. Al comienzo, antes de que partiera un show, salían a tocar a la calle con una guitarra de palo y un acordeón. Ahora sería imposible. Es que esto explotó mal después del disco “El club del amigo”.
—¿Están orgullosos de que ahora sean un grupo masivo o les da lata?
—Los que estamos desde el principio siempre quisimos que esto creciera. Evitamos hacer distinciones entre hinchas viejos y nuevos. Hay algunos a los que les gusta pelear con los más nuevos, pero se han ido yendo solos.
—¿Ustedes son críticos de Guachupé o su amor es ciego?
—Habemos algunos que criticamos, pero por la interna. De repente les decimos: Oye, hueón, ¿qué pasa? Pónganle onda arriba del escenario, están tocando como si fuese velorio.
—Igual ellos pasaron por un episodio súper penoso.
—Sí, la muerte del Lucho (Adriazola, quien murió en un accidente vial en enero 2012). Fue súper triste. Ese mismo verano fui al Cosquín Rock y llegó el Tomás allá, adonde estábamos acampando, y todavía había incertidumbre de lo que iba a pasar con la banda. El Lucho era yunta de Tomás. Pero, por suerte, levantaron la cabeza y salieron adelante, aunque todos golpeados.
—¿Han evolucionado musicalmente?
—Involucionado, para mi gusto. Se han acercado más a lo tropical para calzar mejor en los circuitos donde tocan. Pero está bien, el mercado es así. Lo bueno es que están tocando mejor, haciendo mejores shows.
—¿Ellos escuchan a sus seguidores?
—Sí, son abiertos en ese sentido. O al menos simulan que te escuchan, porque al final hacen lo que se les da la gana. La banda son ellos, ¿qué les vas a decir? Y han tratado de cambiar tantas veces. Por lo menos, yo carreteo de repente con los cabros y dicen: ‘quiero hacer esto’, pero siguen en la misma.
Los integrantes de la banda a estas alturas son más amigos que ídolos.
—¿Qué te parece que vayan a la Cumbre Guachaca?
—Lo encuentro la raja. De hecho, alguna vez pensé que ahí debería estar Guachupé. Una vez traté de entrar a la mala, pero no pude. Dije que era primo de Copano. Fue hace muchos años. Ahora vamos a ir con todo lo que se pueda, en patota.
—¿Crees que los Guachupé y la hinchada son guachacas?
—Son bastante guachacas. Sí, la gente que sigue a Guachupé es de tendencia guachaca. Es bien proletaria la hinchada. Hay estudiantes, trabajadores, cesantes por montón…
—¿Ustedes se reparten los shows? Por ejemplo, un grupo acompaña a la banda a tal concierto, luego otro va al recital no sé cuánto…
—No tenemos nada programado.
—¿Y cómo no se aburren de escucharlos tanto?
—Me pregunto lo mismo. Yo no voy a todos los shows, pero hay gente que va viernes, sábado y domingo, y además viajan con el grupo. Hay gente que se gasta el sueldo entero en Guachupé. Es loca la pasión que hay detrás de esa banda.
—¿Por qué crees que es así?
—No tengo una explicación lógica.
—¿Hay algo en la música, en las letras, en ellos como personas?
—No sé, es todo el conjunto de la banda con la hinchada. Se produce una sinergia tremenda a la hora de los conciertos. Entonces, te llena el alma un rato y después volvís a tu rutina de mierda, a trabajar, a estudiar, y esperai el fin de semana siguiente para ir a ver a Guachupé. A mucha gente que se está metiendo le digo: ‘loco, tenís que tener claro que vas a perder a los amigos de tu vida porque Guachupé te absorbe. Los fines de semana ya no vas a ir a carretear a la casa de tus amigos, vas a estar esperando a que toque Guachupé’. Empiezas a dedicarles cada vez más tiempo y te vas metiendo a Guachupé, Guachupé, Guachupé… Y ahí quedaste.
Estos pequeños lienzos los llevan incluso en avión, cuando siguen a Guachupé a ciudades lejanas.
—¿Mejor ser soltero para seguirlos?
—Es lo ideal, para todo lo que pasa… Yo soy soltero.
—¿Hay gente con hijos?
—Yo tengo dos. Hay muchas personas con hijos. Es que la edad promedio de la hinchada ya es de como 30 años. Cuando me toca cuidar a mis hijos, son la prioridad. De repente se hacen eventos familiares a los que van todos con coches y aparecen todos los cabros chicos.
—¿A tus hijos les gusta Guachupé?
—No. Uno es un bebé y al otro le gusta Nirvana, bien lejos de Guachupé.
—¿Hay alguna cosa que Guachupé no debería hacer nunca, a tu juicio?
—Guachupé puede hacer lo que quiera. Tienen 20 años tocando y, en ese tiempo, ya puedes hacer lo que quieras.