Se llama Sergio Villalobos Mamani, es diariero y en el centro de la ciudad todos los conocen como “Consternación”.
La prensa escrita está en vías de extinción. A la gente hoy le da dolor de cabeza leer un párrafo que exceda los 140 caracteres o una noticia que no venga en formato de meme. Sin embargo, hay quienes aún sacan la voz por los diarios, y no nos referimos a los periodistas ni mucho menos a los editores, sino a los canillitas, los incansables vendedores callejeros de periódicos, esos que antaño gritaban “extra, extra” exhibiendo las páginas recién salidas de la imprenta como panes calentitos. Pocos quedan, pero son los más aperrados.
Durante nuestra última gira por Arica, conocimos al más famoso de la tierra de la eterna primavera, Sergio Villalobos Mamani. Ya es toda una institución en el centro. Su fama se debe a la particular estrategia que aplica para promocionar el producto, los ejemplares de La Estrella.
“Cooooooonsternación”, grita a voz en cuello y luego suelta la noticia más destacada del día, o mejor dicho, la que más consterne al peatón y/o automovilista. Lleva 17 años en el negocio y la fórmula no ha dejado de funcionar.
Pero Sergio no siempre fue diariero. Nacido y criado en Arica, por un tiempo fue soldado del regimiento Huamachuco (donde hizo el servicio militar), casi se tituló de técnico contable (pero dejó la carrera a medias en el Liceo Comercial) y también paró la olla como maestro de la construcción y electricista algunos años en Iquique. De regreso en su ciudad, intentó seguir trabajando en los mismo, pero no había mucha pega en esos rubros y justo le salió la posibilidad de vender diarios, un trabajo en el que no se gana plata a mares, pero es estable. “Nunca te va a faltar el plato de porotos”, dice Villalobos.
Así que comenzó a ensayar estilos de voceo. “Había que inventar un sistema para vender. ¿Cuál? No lo sé, pero había que hacer algo y se hizo”, cuenta. Un día le escuchó a alguien pronunciar la palabra “consternación” y le cayó la teja. “Es como una palabra neutra, que alude a algo que te conmueve, que te estremece aunque sea un poquito o, por lo menos, te hace abrir los ojos. Me dije: parece que es la palabra correcta porque te va a mover estando mal o bien. La tiré a la calle y funcionó”, relata.
—¿Esa fue la clave de su éxito?
—Más que nada el único secreto es ser natural. Cuando eres natural, la persona que va pasando capta tu naturalidad, te conoce tal como eres y eso hace que se acerque y te compre el diario. Tu parte moral, como persona, tiene que estar 100% transparente para que puedas gritar el diario en la calle con propiedad y que nadie te diga nada. Lo más hermoso que tiene el ser humano es la imperfección. Yo desconfío mucho de una persona que piensa que es perfecta. Prefiero aceptar al otro tal como es, con sus aciertos y sus desaciertos.
—Chuta, vender diarios es más profundo que lo que uno piensa…
—Sí, bueno, también hay que ponerle sal y pimienta. Yo, por ejemplo, grito “consternación: este fin de semana llega la ariqueña que fue amputada en Cancún”. Como que le doy esa impronta al diario. Cada ser humano en la vida tiene un estilo.
—¿Y cómo reacciona la gente?
—Con asombro.
—Antes de salir a vender, ¿se lee todo el diario y elige lo que más le llama la atención?
—Sí, lo que más va a asombrar a la gente. Por ejemplo: volvió a aumentar el sida en Arica, eso produce asombro. Aun cuando ya sabemos que hay sida en Arica, cuando alguien te dice: volvió a aumentar, tú piensas: Oh, ¿qué pasó?
—¿Cuántos ejemplares vende al día?
—Como cien.
—¿Ha bajado la cosa?
—Sí, porque las noticias salen en internet. Pero la gente todavía compra diarios. Mucho depende del vendedor, del capital humano.
En su caso, empeño no le falta. Su rutina empieza un cuarto para las seis de la madrugada. A las 6.30 ya está instalado en Blanco Encalada con San Marcos. Después da vuelta por toda la ciudad, como “un correcaminos”. Se mete a ferias, a locales comerciales, adonde vea que puede haber público con sed de información. Y así hasta las cinco o seis de la tarde. Se gana un porcentaje por diario vendido.
—¿Qué es lo que más vende, las noticias buenas o las malas?
—Las malas, desgraciadamente.
—¿Alguna que haya roto un récord?
—Cuando hubo un terremoto en Arica se vendieron como 300 diarios.
—¿Le ha tocado anunciar alguna noticia sobre los guachacas?
—Sí, sobre las fiestas o la elección de la reina guachaca.
—¿Y eso vende?
—La gente está más preocupada por los cupones (para votar en la elección de reina). Esos días prácticamente compran de a diez, veinte o treinta diarios. No hay ni necesidad de vocearlos.
—Y nosotros los tontos en Santiago haciendo la elección por internet… En fin. ¿Qué noticia le gustaría poder gritar a los cuatro vientos?
—Que se acabaron las AFP o algo rimbombante: que se fue Piñera y no va a volver nunca más. Esa es mi manera de pensar. A mí me da pena cómo dejaron abandonada a la señora ariqueña en Cancún, porque si ella hubiera sido de Las Condes, Vitacura o La Dehesa habrían mandado a buscar al tiro el avión. Ni siquiera lo hubieran pensado. Pero como era de Arica, esperaron a que se muriera. Eso se llama clasismo, discriminación, colócale el nombre que quieras. Eso es lo es que nos dio pena. Todos tenemos derecho a vivir y tener las mismas oportunidades. Quiero un país más justo.