Sorry, pero no hay nada más siútico que invitar a un “workshop” para hacer un “brainstorming” sobre las últimas “trends”. En castellano eso se dice: “pajearse”. En línea con una campaña de la RAE, aquí les presentamos los anglicismos que consideramos más chantas. SPOILER ALERT: probablemente usted use más de uno. Don’t!
Hace dos años, la Real Academia Española lanzó la campaña “Lengua madre hay una sola”, contra la invasión del inglés en la publicidad, y todavía está dando que hablar con videos como este:
Tienen razón los académicos de la lengua. Los publicistas nos suelen bombardear con anglicismos innecesarios. Pero no son los únicos. En general los chilenos somos rebuenos para los extranjerismos, lo que no necesariamente es tan malo. De hecho, una de nuestras cosas que más nos gustan es esa vuelta de carnero que le damos a todo lo que llega de afuera. Pescamos una pizca del asunto, la revolvemos con ingredientes varios y armamos menjunjes que terminan siendo tan propios que nadie los siente ajenos.
Ejemplos hay montones. Es cosa de pegar una mirada a los nombres de nuestros equipos de fútbol. “Wanderers” de Valparaíso, “Everton” de Viña del Mar, “Rangers” de Talca, Santiago “Morning”. La lista podría seguir su buen rato si nos pusiéramos a cachurear un poco en la Historia. Y qué decir de la jerga que ocupamos a la hora de comentar los partidos, mezcla precisa de “güines”, “córners” y “fauls”, una atmósfera mágica e ilustrada a colores en el dial por próceres del relato como los recordados Darío Verdugo y Sergio Silva, o más recientemente, Ernesto Díaz y Hans Marwitz.
Otro ámbito donde encontrar ejemplos es la música: Peter Rock, Danny Chilean, Larry Wilson, Los Ramblers y Los Blue Splendors, entre otros. Una época en que los chilenos inventamos nuestros propios gringos para hacerle collera a los ídolos que los sellos multinacionales promovían en los locutorios. Pero, de un tiempo a esta parte, no sé si por flojera, arribismo publicitario o porque los cuicos nos pillaron volando bajo, algunas aberraciones idiomáticas se nos han colado en el día a día, siutiquerías que debemos combatir y desterrar del Sopena Ilustrado, sobre todo delante de nuestros peques, que absorben como orilla de playa estos términos.
1.- Blackout: ¿Hay algo más rebuscado? ¿Por qué no mejor decir “se cortó la luz”? Imagínense a Yuri cantando “qué cosas suceden con el blackout…” Nada que ver. El uso de esta palabra se remonta al año 2010, cuando el Sistema Interconectado Central empezó a presentar guatazos y los periodistas encontraron que “blackout” sonaba más choro. Si bien no es un término que entre en la pelea día a día, está ahí, esperándonos junto a las velas, los fósforos y la radio a pila.
2.- Sale: Esto va contra toda lógica. Es cosa de pasearse por cualquier galería, caracol o centro comercial y sus vitrinas, en vez de invitarlo a uno a entrar a encalillarse, le dicen “sale”. ¿Qué pasó con nuestro ingenio del “lleve ahora, pague en abril”, los maniquís bien aperados y las “liquidaciones por cierre de local”? Al parecer, se agotó el stock.
3.- Off: Hermanado con el término anterior, este sí que merece pena de excomunión. La perla del mercader de la siutiquería. Es cierto que es más corto que “descuento”, pero cómo tan pajeros.
4.- Muffin y cupcakes: Desde tiempos inmemoriales (previo al auge y caída del horno mágico en la cocina chilensis), a los queques siempre se les ha puesto algo más que ralladura de limón cuando las mamás y/o abuelitas quieren regalonear a los suyos. Su frutita picada, cocoa en polvo, etc. Hoy nos están obligando a nombrar con vocablos gringos a esos quequitos con cariño extra. Por último, “magdalenas”, como se les decía pitucamente antes. Además, dejemos de agregarles tanta crema y batido raro; mejor ponerles un toque de pisco o pipeño.
5.- Popcorn: Las que siempre fueron cabritas, por culpa de las cadenas de cines poco a poco se han ido poniendo gringas. Los mismos lolitos que las venden hoy son capaces de negártelas si no las llamas por su “chapa” anglosajona. Quizás por eso son tan caras. Nuestras cabritas, en cambio, siempre han costado cien pesos en la feria y uno puede llevarlas en una bolsa feliz de la vida para todos lados. Las gringas vienen en balde y tienen gusto a mantequilla rancia. Se acepta también la voz “palomitas”.
6.- Trailer y spoiler: Siempre les dijimos “sinopsis” a esos avances de las películas que pronto proyectaría “tu cine más cercano”. ¿Qué pasó? “Trailer” en inglés significa “remolque”. ¿Qué tiene que ver con las pelis? Más siúticas aún son las “spoiler alerts”, eufemismo para decir “cuidado, que este hueón es sanguchito e’ palta”.
7.- Coaching: Pronúnciese “cóushin”. Existe una palabrita en castellano mucho más precisa: chantería.
Otros términos que también podrían integrar esta lista son “free flow” (mejor decir “flujo libre” o “no parí, ahueonao”), “check in” (“registrarse” o “esa hueá que siempre se me olvida hacer”), “donuts” (“picarón yanqui”), “online” (“en línea”), “workshop”(“taller” o, en el contexto laboral, “excusa pa’ perder el tiempo”), “cool” (“shoro, bacán, la raja…”) y así sucesivamente.
Otra cosa: no hay nada peor que atribuirle un origen gringo a un vocablo popular. Con todo cariño y respeto, profe Campusano, por favor deje de decir que “flaite” viene de “to fly” (el infinitivo del inglés volar). “Flaite” viene del lunfardo argentino, que revise algunas novelas de época o algunos diccionarios de coa del gran Armando Méndez Carrasco. THE END.
Texto de Petete Carvacho, con aportes de Charlie