El domingo pasado, el gobierno turco levantó la cuarentena total por coronavirus que había decretado el 11 de abril y, como era de esperarse, miles de Onures y Sherezades salieron de una a llenar los pulmones con aire fresco. Fue el caso de Olesya Suspitsyna, una esforzada kazaja que había llegado hacía cinco años a la meca de las teleseries y que paraba la olla como guía turística. Libre al fin del enclaustramiento, la buenamoza de 31 añitos partió con una amiga al parque Duden, uno de los atractivos de la ciudad de Antalya, donde vivía. Es un lugar ideal para fotografiarse con cascadas y precipicios de fondo, así que, como buenas millennials, las loquillas se ensañaron con las selfies.
Tal era la alegría de reencontrarse con la madre natura y tantas las ganas de acumular likes que la bella Olesya no dudó en traspasar un cordón de seguridad que impedía que la gallada se acercara demasiado al borde de un abrupto acantilado. Le dio lo mismo. Ella quería que sus seguidores de Instagram la admiraran a centímetros del vacío, como declamando: “A mí ningún bicho me la gana. ¡Soy inmortal!”
La amiga acababa de hacer clic cuando la temeraria modelo de pronto resbaló y cayó desde 35 metros de altura. Horas más tarde, el equipo de rescate encontró su cuerpo sin vida al fondo de la quebrada.
Que la trágica historia de la pobre Olesya nos sirva a todos de lección.
Con información del Daily Mail