Inventan churrines que se pueden usar semanas sin que salga olor a poto

Inventan churrines que se pueden usar semanas sin que salga olor a poto

Uno de los modelitos Kribi.

 

Hace unos años, el gringo Wenceslao Muenyi se fue de vacaciones a Islandia. Como le gusta viajar liviano, llevó una pura mochila con ropa. Lo malo es que a los días ya andaba apestando a sopapo. Las minas islandesas no lo pescaban, la gente abría las ventanas cuando él entraba… Todo mal. Así que cuando llegó de vuelta a su casa en Estados Unidos, se empecinó en crear ropa que se mantenga fresca incluso después de correr una maratón con chaleco chilote.

Hacendoso el cabro, fundó HercLéon, empresa dedicada a la innovación de materiales textiles. Primero sacó una línea de calcetines y sábanas autolimpiantes, y ahora dio un paso más allá con calzones y calzoncillos. Le puso Kribi a su marca de ropa interior perenne, cuyas prendas están hechas con un material llamado HercFiber, elaborado con una mezcla de fibras de bambú, eucalipto, madera de haya y cobre. Este cóctel supuestamente mata las bacterias que provocan el mal olor. Solo hay que orear los calchunchos un rato después de usarlos y quedan listos para ponérselos al otro día. Claro que no sabemos si son resistentes a los peos caldúos.

Fuera de bromas, la idea también es ahorrar agua, ahora que está cada vez más escasa.

Cada calzoncillo cuesta 38 dólares y se pueden comprar en https://hercleon.com/products/kribi

Crean mascarilla con hoyito para poder chupar

Crean mascarilla con hoyito para poder chupar

Pareciera que vamos a tener que andar con el hocico tapado por más tiempo del que pensábamos, incluso varios meses más después de que se terminen las cuarentenas y reabran los boliches. La gran pregunta es: ¿cómo conciliaremos la necesidad de protección bucal con el copeteo? Parece imposible, pero una joven artista gráfica estadounidense dio con la solucionática.

Ellen Macomber creó unas mascarillas de tela especiales con una pequeña apertura en la zona de la boca que permite introducir una pajita para chupar. Las puso a la venta en su tienda en línea a 30 dólares y agotó la primera horneada. Hay de distintos colores e incluso unas con lentejuelas, para ocasiones glamorosas.

Caras las guarifaifas, pero confiamos en que los guatones copiones criollos muy pronto confeccionarán adaptaciones chilensis que estarán disponibles en su cuneta más cercana.

La diseñadora gringa empezó a fabricar las suyas por pura necesidad. “Lo hice para poder mantener a mi asistente”, dijo al sitio Cribeo, de La Vanguardia. Primero hizo las típicas de tela, pero con diseños colorinches. La idea de añadirles un hoyito para las pajitas se la dio una amiga buena para empinar el codo: “Aquí en Nueva Orleans bebemos alcohol habitualmente y se empezó a dar este problema al realizar visitas, intentando respetar la distancia de seguridad. La gente tenía que quitarse las mascarillas para beber un sorbo o no llevarlas puestas. Tras estudiar un poco la situación, decidí agregarles un agujero para pajitas”, explicó la inventora, quien también describe su creación: “Cada mascarilla lleva una doble capa textil de algodón más una extra cosida en el forro interior, que actúa de cubierta para el agujero. Cuando no estás bebiendo, tu boca sigue estando cubierta, el agujero no está expuesto, por lo que te protege de cualquier expulsión o exhalación”.

La versión glam.

 

Igual advierte que ella no es una experta ni una profesional sanitaria, y que la cuestión es un accesorio de moda nomás. “Las mascarillas de tela, de cualquier tipo, no te protegen del coronavirus. Solo protegen a otras personas de lo que tú exhales. Eso incluye cualquier gota de saliva, mucosidad, estornudo, tos u otros fluidos que podemos expulsar cuando no nos cubrimos”, dice.

Para real protección, mejor seguir usando las mascarillas pro que recomiendan los especialistas.

Canopus, el símbolo de la resiliencia

Canopus, el símbolo de la resiliencia

Así como las películas donde mueren perritos nos destrozan el ánimo, las buenas noticias protagonizadas por estos fieles animales nos calientan el alma, sobre todo en momentos difíciles como estos.

Es el caso de la aventura que vivió un valiente quiltro chorero. Su historia es tan inspiradora que nos atrevemos a proponerlo como el perro símbolo de la pandemia.

El lunes 29 de junio en la tarde, luego de haber realizado el relevo de infantes que apoyan el cordón sanitario en Chiloé, la barcaza Chacabuco de la Armada estaba retornando a su puerto base en Talcahuano, cuando uno de los marinos avistó algo raro cerca del Faro Belén, a dos kilómetros del muelle: un perrito nadaba en mitad de la bahía. ¡Cáchense la vista del cabo segundo Felipe Yuivar! El mar estaba revuelto, caía lluvia a baldes, el viento arreciaba, y así y todo Pipe lo vio desde el puente de mando. No lo pensaron dos veces los cabros de la barcaza, tenían que rescatarlo. De inmediato, bajaron un bote de goma con personal a bordo y, tras pocos minutos, lograron embarcar al sufrido animal en el buque. Tras recibirlo, se pelearon por cuidarlo y hacerle cariño. Lo bañaron con agua dulce y tibia, lo abrigaron más que a hijo único de probeta para que dejara de tiritar y, ya más recuperado, lo atiborraron de comida. El martes lo vio un veterinario, “constatando que las medidas iniciales que tomamos fueron las correctas y que él está mejorando», comenta chocho el capitán Federico Cavada. Solo le diagnosticaron fatiga muscular, de tanto patalear.

¿Qué hacía un perro nadando mar adentro? No está claro. Quizá se cayó de un bote o un olón lo arrastró. Pero a los tripulantes de la Chacabuco eso les da lo mismo. No dejaban de repetir: “Capitán, ¿podemos quedarnos con el perrito? ¿Podemos quedárnoslo, porfis? Diga que sí, capitán. No sea maldito”. Pero Cavada no daba su brazo a torcer: primero debían agotar todas las instancias para saber si el quilterrier tenía dueño. No contaba con chip, así que los marinos quedaron a la espera de que alguien lo reclamara, seguramente cruzando los dedos para que eso no ocurriera. Tuvieron suerte, porque nadie se apareció y el capitán finalmente les dio permiso para integrarlo a la tripulación.

Hoy ya es un chacabucano más y le están preparando el bautizo de rigor, que consiste en cruzar a nado la bahía de Talcahuano. No, es broma. A este perro probablemente lo van a cuidar más que a hueso santo. Ah, y ya tiene nombre: Canopus, tal como se llama uno de los personajes del griego Homero, el piloto del barco del rey Menelao.