Póngase al día: La historia de la Fermentación

Los guachacas cantan el Himno Nacional para dar inicio a una de las cumbres.

Al inicio los llamaban piojentos, cumas o sencillamente rotos. Lo mejor de Chilito se estaba quedando fuera del mapa y, tanto los historiadores como los medios de comunicación, se hacían los lesos. Todos fingían que este país era un jaguar casi bilingüe. Hasta que aparecieron los guachacas.

Una fermentación que hoy se ve enorme nació por la simple y llana razón de que tres personas se indignaron porque no habían sido invitados a la Cumbre de las Américas de 1998.

Dióscoro Rojas, Raúl Porto y Andrés Meneses ya se habían aburrido de descalificar esa reunión de mandatarios, por demasiado cuica. De hecho, se habían conocido entre ellos precisamente porque no transaban con los valores de la chilenidad. Años antes, en plena capital francesa, Porto vio que alguien insistía en abrirse paso por una multitud y, apenas escuchó su voz, se dio cuenta de que era chileno también, porque decía amablemente “permuá”, sin que nadie le entendiera. Con el tercer fundador de la Fermentación pasó algo parecido: Porto y Dióscoro descubrieron, en una lejana callejuela parisina, un dibujo sobre el vidrio empañado de un auto, con el típico lema “pa’l que lea”, lo que les permitió reconocer a quien acaba de escribirlo como uno de los suyos.

Pero volvamos a 1998. En abril de ese año, al calor de unos brebajes, los tres compipas decidieron hacer su propia cumbre, una Cumbre Guachaca, que empezaría solo tres días después, el sábado 25. Naturalmente no había capital inicial, eso habría sido demasiado cuico, así que entre los tres debían conseguirse detallitos como un lugar, amplificación de sonido, copete y comida. Cualquiera se amilana, pero ellos se encomendaron a Fray Andresito, príncipe de los mendigos, y les fue fácil encontrar gente dispuesta a aportar trabajo o lucas.

El viernes, a las diez de la noche, y en medio de una ardua reunión de planificación en el Café del Biógrafo, llamaron de La Perrera (donde se iba a hacer el evento) porque Televisión Nacional y Chilevisión querían hacer notas. Pero como faltaba tanto por discutir, no les quedó más que enviar como emisario a un compipa que estaba ahí, celebrando su primer día en el país después de seis años viviendo fuera. Entre sorbito y sorbito, había entendido bastante bien el espíritu de la actividad, así que las entrevistas para la tele salieron rebuenas, aunque todavía hay gente que pregunta cuándo van a cantar Joaquín Sabina y Caetano Veloso.

EL DÍA G

El mismo día de la cumbre, tipo tres de la tarde, todo marchaba bien, aparte de que tuvieron que sacar los cadáveres de perro de los congeladores de La Perrera. Ya se habían conseguido plata para comprar copete y comida, una parrilla y unas banderitas chilenas. Las mesas y las sillas, eso sí, nunca llegaron: el compebre que dijo habérselas conseguido con unos profesores la noche anterior y a quien le pasaron 50 lucas para arrendar la camioneta del traslado, había chamullado. Pero los guachacas no perdieron la ilusión y, como el público que iba llegando se arremangaba las camisas para ayudar, todo estuvo listo en minutos.

Dióscoro se encaramó en el escenario construido con unas ruedas de camión y entonó el Himno Nacional. Algunos pifiaron por traumas político-sociales, pero primó el orgullo patrio. Luego hizo un brindis por los que han caído brindando y le dedicó a Roberto Parra la Primera Cumbre Guachaca.

Actuaron Catalina Rojas y la Filarmónica de las Cuecas; recitaron y cantaron Andrés Pérez, Boris Quercia y Ximena Rivas. El espectáculo continuó con Álvaro Henríquez, la Regia Orquesta y el Trío Inspiración. Y ya que todo valía quina, los choripanes, la cerveza y el combinado volaron y hubo que salir a comprar a clandestinos un par de veces. Tipo 15 de la madrugada, la gente se fue a sus casas, sintiéndose más orgullosa de ser chilena.

La interrogante existencial que nos acompaña desde el comienzo.

LAS RÉPLICAS DE LA PRIMERA CUMBRE

Unas cien lucas se habrán recaudado en esa primera cumbre. Suficiente. Lo más importante es que, desde ese momento, quedó sellada la mejor definición de los guachacas: Humildes, Cariñosos y Republicanos, Chilenos todo el año.

Raúl Porto recordaba: “El mismo público tuvo que hacer las listas de precios y ayudar a timbrar con un ratón Mickey las entradas, que en verdad eran votos de reina. Toda la gente estaba como reencantada. Los boleros del Trío Inspiración ayudaron a que tanta pareja se arreglara y a la Catalina Rojas hubo que suplicarle que tocara más cuecas seguidas y no de a tres, como dicta la tradición”.

En esa primera cumbre nació también la alianza de los guachacas con los adalides de la prensa. ¿Sería la primera vez que les ofrecían un copete apenas entraban a la conferencia de prensa? No por nada, una vez que nadie se acordó de pedir permiso al Municipio para usar La Perrera, cuando aparecieron las fuerzas del orden a clausurar el evento, el que defendió la fiesta fue un periodista. “¡Luces!”, pidió, giró al camarógrafo hacia el oficial y, micrófono en mano, preguntó si era absolutamente necesario el cierre. Palabras suficientes para respirar tranquilos.

La pareja terremoto. ¿Seguirán juntos?

A SALVAR LA PANITA Y LA PIOJERA

Así, los guachacas ya eran un grupo, tenían sus seguidores, su cumbre y cobertura mediática. ¿Qué hacer a continuación? Obvio: luchar contra los cuicos, aquellos que no se acuerdan del país más que para el Dieciocho, y fregarle sus planes de acabar con los elementos esenciales de la chilenidad, como la panita. Sí, porque fue esa presa la que impulsó a los guachacas originales a iniciar su cruzada, incluso antes de la Cumbre de las Américas.

Porto rememoraba con amargura: “En 1997, nos cayó como un balde de agua fría una noticia nefasta. Los cuicos habían logrado su objetivo: habían sacado la panita de la lista de productos con que se calcula el IPC y colocaron en su lugar el microwave, más conocido como el microondas. Esa decisión era una verdadera burla, después de que durante generaciones los doctores recomendaron el bistec de panita con ajo, la leche de burra y el quesillo con miel para la sobrealimentación”.

Junto con la pana, por cuyo reingreso a la canasta familiar aún estamos luchando, surgió otro baluarte amenazado. Los cuicos, picados con el éxito de la Primera Cumbre Guachaca, quisieron echar abajo a La Piojera, bar republicano por excelencia, para construir un mall arriba. Los guachacas no sólo alegaron, sino que, además, organizaron un Reality Chop en el local, con la participación, durante varios días, de representantes de la prensa que hacían posta para no desinformar al país. Así se salvó La Piojera. En 2003, fue declarada Monumento de los Sentimientos de La Nación.

AGUANTE VALPO Y MEDALLA PARA EL TÍO

Los guachacas también se hicieron cargo de Valparaíso, puerto principal. Dióscoro dice: “Sabíamos que había algunos desconsiderados que andaban desprestigiando al puerto, diciendo que las casas se estaban cayendo o que les faltaba color a las murallas. ¿Cómo va a entender un cuico que el valor de Valparaíso está en su historia y su gente? ¿Cómo va a olvidarse del signo peso por un rato? Así que corrimos y, en junio de 2001, declaramos a Valparaíso Capital Guachaca de la Humanidad. Tan buena fue la idea que hasta la Unesco nos la copió”.

Y cómo no mencionar uno de nuestros mayores orgullos: haber logrado que el ministro de Cultura José Weinstein fuera a La Piojera en 2005 a entregar de manera póstuma la medalla Pablo Neruda a Roberto Parra, el primero de los guachacas, el mismo que revolucionó la dramaturgia nacional habiendo llegado a segunda preparatoria nomás.

REALEZA Y SEDILARIDAD

A esas alturas, la diva Patty López ya había echado raíces en la Fermentación, y acompañaba a todos lados a los socios. Más adelante se le sumarían otras buenas mozas reinas, electas por votación popular, como Adela Secall, Tonka Tomicic, Martilda Svensson, Javiera Contador, y un largo etcétera que incluye a emblemas nacionales como Delfina Guzmán y Paty Jofré. En 2006 se agregó el cargo de Gran Compipa, también por elección pop. El primero y eterno soberano fue Felipe Camiroaga.

El mítico Felipe Camiroaga en la Cumbre Guachaca del año 2005.

A esas alturas, la cumbre ya se había mudado a la Mapocho Esteichon: el 2002 La Perrera quedó chica. Ese año, en septiembre, también debutó la primera Fonda Guachaca, en la misma estación. Hoy las comunidades de vasos hacen sus propias fondas y cumbres guachacas por todos lados.

Pero no todo puede ser glamur y hueveo. Bajo la máxima “que la Patria alcance para todos, desde 1999 también se organizan actividades para los guachacas duros, aquellos más infortunados entre nosotros que no poseen un chalet en el que guarecerse. Pero fue la Gran Fonda Solidaria en el Hogar de Cristo, un evento con asado y espectáculo musical para más de 500 patriarcas, financiado por la malla sedilaria de compipas. El cariño se alargó después a Valpo con la actividad “Igual Pascual”, para patriarcas de La Matriz (Valparaíso). Y ha seguido con los Reyes Vagos, que se aparecen en distintas latitudes, en torno al 6 de enero, para agasajar a guachacas duros.

Muchos litros de tinto han pasado por nuestros güergüeros desde el 98. Muchas zuelas de zapatos han quedado lisitas con tanta fiesta. Hemos hecho propuestas locas, como construir un muro en Plaza Italia para protegernos de los cuicos. Otras más sensatas, como que dejemos de sentir vergüenza de ser quienes somos y de intentar pasar por otros. Y sí, hoy ya se baila cueca todo el año y hay barrios como Franklin que antes se miraban a huevo y hoy hasta tienen una teleserie. Queremos creer que algún granito aportamos en esa manera más amplia y profunda de apreciar nuestro patrimonio.

Pero queda bastante por hacer todavía. Los cuicos no se han rendido y, mientras sigan tramando cahuines, seguiremos en la lucha.

Con textos de Romina de la Sotta, ex adelantaita

La Adelantaita y el Guaripola en el lanzamiento de “El Guachaca”, revista de corta y esforzada vida. Septiembre de 2005, parece.